"La audición no permite soñar las imágenes con
profundidad. Yo he pensado siempre que un modesto lector saboreaba mejor los
poemas copiándolos que recitándolos. Pluma en mano se tiene alguna oprtunidad de
borrar el injusto privilegio de las sonoridades, se aprende a revivir la más
vasta de las integraciones, la del sueño y la del significado, dejando al sueño
tiempo de hallar su signo, de formar lentamente su significación."
Gaston Bachelard en El aire y lo sueños
El domingo 17 de enero de 2010 en su Blog Escritos para despertar, Christian dijo:
Palabras en el silencio
¿Han caminando alguna vez por una calle sumergido en la profundidad de sus pensamientos, por alguna decisión que tienen que tomar o una tarea que resolver, y al voltear en la esquina, verse sorprendidos de pronto por la bulla de la avenida y el sonido de los carros pasando a toda velocidad o la tensa quietud del tráfico con los motores de los carros esperando la señal para avanzar?
Cierto: si llevas tus audífonos puestos, estos sonidos pasarán desapercibidos. Hay personas que los llevan puestos todo el tiempo para evitar la contaminación sonora de la ciudad. Como cuando intentas descansar y escuchas las cornetas de los heladeros, la música a todo volumen de tu vecino que se puso a limpiar o la música del vecino que se le ocurre lavar su carro con el volumen de su radio en alto. La misma bulla de la tv que forma parte de este desorden de sonidos.
Y sin embargo todo pasa de pronto a un segundo plano cuando entras en el silencio, cuando te sumerges en él. Lograr esa concentración es difícil, sobretodo cuando careces de los audífonos y entra un nuevo sonido perturbante en tu espectro que te toca, como el fuerte quejido de una niña haciendo berrinche o de su madre azotándola con la voz, o como una música que no deseas escuchar porque mueve cosas en ti que te desagradan. Pero esto solo es porque las atendiste. Si atiendes lo agradable, tu percepción vuelve a captar el silencio y a entrar en él. Es como si te botaran por una puerta, pero consigues volver a entrar por otra. El silencio siempre está ahí aún en medio de la bulla. Y a veces es necesario ponerse unos audífonos para volver a entrar en él.
Gaston Bachelard en "El aire y lo sueños" dice que la audición no permite soñar las imágenes con profundidad, que un lector saborea mejor los poemas copiándolos que recitándolos.
O simplemente -añado- leyendo en silencio, dejando escuchar la voz interior. Sin el silencio, las palabras cargadas de un sentimiento o de una emoción, son solo forzadas, vacías.
Porque el silencio es más que la palabra, es como el mar que las contiene.
En el teatro nos enseñan a aprender el texto, primero desprovisto de toda emoción. Luego, conforme vamos entrando al mundo del personaje, vamos integrando su sueño y su significado en un silencio que se intersecta con el nuestro para poder interpretar el papel. Sin eso solo sería una interpretación de nuestro propio silencio, de nuestra propia emoción y no la del personaje. El personaje adquiere realidad cuando ocurre esta intersección. Entonces ya no eres tú actuándolo, eres el personaje que está vivo. Y lo que das al público no es solo el mundo y el punto de vista del personaje sino también el tuyo propio, el que escogiste para interpretarlo a él y a la vez el que fue guiado por el trabajo del director quien también quiso transmitir su punto de vista de la obra a partir del punto de vista del dramaturgo que la escribió. Todo es una cadena de interpretaciones y de silencios. Y los actores necesitan del silencio para encontrar al personaje. Lograrlo es todo un proceso y también un logro para cualquier actor, sea cual sea el papel que representa y sin importar la cantidad de texto que tenga que decir.
Imaginen ahora una actriz que carece del sentido del oído. ¿Ustedes creen que eso impide que se conecte con el personaje que quiere representar? Imaginemos que no es una actriz. ¿De donde brotan sus palabras cuando dice "te amo"? ¿Acaso creen que no son capaces de amar?
La sordera siempre ha sido metáfora de cosas negativas. Sin embargo la sordera no remite al silencio sino a un exceso de sonido que nos deja sordos. El reto está en escuchar más allá de la distorsión. Cuando lo haces puedes llegar a captar la melodía de la vida.
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