Un día por la mañana vino a visitarme el señor Tanaka, pintor de cuadros al óleo, portador de una carta de presentación que le había dado un amigo mío. Traía de la mano a un nene lo más mono, pero ciego. El señor Tanaka dijo: “Este es mi hijito Teiichi, de cinco años. En su primera infancia se me enfermó de la vista, y como era cuestión de vida o muerte se le operó de ambos ojos y hubo necesidad de extraérselos. Mi esposa y yo queremos para nuestro nene una luz que alumbre sus tinieblas, que brille durante todo el curso de su vida. Hemos pensado en la música y vengo a rogarle queme lo acepte entre sus discípulos de violín”. Contemplando aquella inocente criatura que por el resto de su vida tendría que caminar a tientas y orientarse por el tacto, no pude evitar que los ojos se me llenasen de lágrimas. No podía asentir de inmediato al ruego de su padre, pero tendría que inventarme la manera de adiestrar a un niño totalmente ciego. Por eso le contesté: “Por favor, espere una semana. Si en ese término llego a convencerme de que podría enseñarle y a sentirme seguro de ello, ya me encargaré de que el experimento resulte un éxito”.
Aquella noche, en la quietud de mi salón de estudio, me di a cavilar sobre tan peliagudo problema. ¿Como se le enseña a un niño ciego? No tenía la menor idea. Al cabo de un rato se me ocurrió de pronto que el primer paso sería igualar mi situación a la de un ciego. Me levanté de la silla y apague la luz. En tiniebla absoluta volví asentarme. “Bueno, ahora estamos iguales”, razoné. “tengo que saber lo que es vivir en tiniebla absoluta para así entender ese mundo sin luz del no vidente”. La habitación me parecía estar vacía. No veía mi violín ni mi arco, aunque sabía que allí estaba. Las cuatro cuerdas…las posiciones…levantar el arco un poquito y dejarlo caer otro tanto para pasarlo de una a otra cuerda…la dificultad de tocar el violín… ¿Cómo hacer que el niño comprendiese todo eso? En aquella lobreguez suma caminé a tientas hasta dar con el instrumento y sacarlo con el arco del estuche, y empecé a tocar. Al parecer, para mí es lo mismo hacerlo con luz o sin ella, ya que suelo tocar con los ojos cerrados. Tenía perfecta noción de donde estaba la punta del arco, dónde las cuerdas, el puente, las posiciones. Lo “veía” todo. A veces cierro los ojos mientras toco sin pensar en que lo estoy haciendo. Pero fue entonces cuando me di cuenta de que a veces no nos valemos de la vista, sino que por medio del kan disponemos de sensibilidad necesaria para tocar.
A fuerza de practicar adquirimos vigor físico mayor de lo corriente: Es que con esa actividad vital se engendra en nuestro cuerpo y mente una energía poderosa, que es la cualidad del kan, por medio de la cual podemos vencer todas las facultades. He ahí por qué en aquel mundo a obscuras que era mi habitación, donde no veía nada a la derecha o a la izquierda, podía de todos modos tocar el violín. Y entonces…
Se me abrieron los ojos del espíritu….
“Pues, ¿como no? Haré que el chiquitín de Teiichi vea el violín, el arco, las cuerdas. No tendrá necesidad de los ojos del cuerpo si consigo enseñarle a hacer uso de los del alma”, dije para mis adentros. Fue así como decidí cuál sería el principio fundamental de mi técnica de enseñanza. Después me inventé el método. A la semana justa se me presentaron el señor Tanaka y su esposa con el nene. Les dije: “Ahora, a cooperar y unir esfuerzos para que se le abran a Teiichi los ojos del espíritu”. Agregué que tenía que prepararse para un largo periodo de agotador esfuerzo y hacerse de la devoción indispensable para llevar esa resolución a feliz término. Y así empezaron las clases. Aun teniendo en cuenta que tenían que hacerlo por la felicidad de su hijito, los esposos Tanaka cooperaron admirablemente. No habrá palabras con qué describir las angustias y penalidades que sobrellevaron, pero el caso es que su sueño dorado se convirtió en realidad: pusieron un rayo de luz en el corazón de su hijito.
kan; lo que los japoneses llaman intuición o sexto sentido
Por Shinichi Suzuki en “Hacia la música por amor"
Vanessa Mae - Nessum Dorma
2 comentarios:
Precioso, la historia, la música,...¡el blog entero! me alegro de que alguien se preocupe de alquellas personas que son iguales a nosotros, pero que no son tratadas con la igualdad que merecen.
Yo también pienso que el arte es un medio de comunicación emocional para todas las personas e, indiscutiblemente, nunca falla. Nos empuja a superar multitud de barreras y no tiene pérdida.
Saludos^^.
Gracias Osore por tu amable comentario, confiamos que tu actitud anime a otras personas a compartir sus sentimientos con nosotros.
Un reto para nosotros podría ser el eliminar la barrera, -que a lo largo de tiempo, ha sido creada -entre el "ellos" y "nosotros"...
Desde este espacio confiamos en ir haciendo algo por lograr este cambio.
Moi y Ness
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